Imagina que eres mujer y que el lugar donde crees deberías estar a salvo (tu hogar) es donde más vulnerable te sientes. No tienes a dónde ir porque sabes te van a encontrar; tienes miedo, no solo por ti sino también por tus hijos e hijas, te sientes sola. Te vinculas con asociaciones civiles y autoridades competentes y te mandan a un refugio, pero ¿qué es un refugio? Un refugio es un lugar que tiene la finalidad de proveer un espacio seguro a las mujeres que viven violencia, y prevenir futuros actos de violencia. Estos surgen como política pública resultado de la firma de Tratados Internacionales como la CEDAW (Convención sobre la Eliminación de todas formas de Discriminación contra la Mujer).
Si bien los beneficios de estos refugios y de los programas que permiten su existencia son evidentes para la mayoría de la población, la realidad es que hay grupos de personas (y en la actualidad van aumentando), que cuestionan su utilidad e incluso, la necesidad de que sean financiados con recursos del Estado. Muchos de sus alegatos, son mencionados de manera breve en un artículo relativamente antiguo de Weiner (1991) donde menciona que el financiamiento gubernamental para los refugios genera dependencia al gobierno, pérdida de autonomía, bajo involucramiento por parte del gobierno, captación de votos, burocracia, entre otros.
¿Y dónde quedó la evidencia?
Aunque el artículo de Weiner es una lectura coherente y propicia una reflexión interesante, no hay que olvidar que, lamentablemente, es una opinión. Su artículo no presenta estudios empíricos, o al menos no de una manera sistematizada, que permita apreciar que sus afirmaciones son ciertas. Esto es importante, porque cuando se toman decisiones sobre políticas que afecta el bienestar social, las opiniones tienen poca utilidad, y lo importante son los hechos. A nivel científico y práctico, los artículos de opinión (como el de Weiner) tiene poco que ofrecer en la solución de problemáticas como las que aquí se discuten. La alternativa a los artículos de opinión son las revisiones sistemáticas y los meta-análisis. En términos generales, una revisión sistemática es un tipo de estudio científico que buscar resumir varias investigaciones sobre un mismo tema para identificar consistencias en los resultados. Éstas pueden o no incluir un meta-análisis, el cual se caracteriza por ser un tipo de revisión sistemática que incluye análisis estadísticos de los análisis estadísticos de los estudios originales, lo que permite generalizar los resultados.Gracias a los meta-análisis y revisiones sistemáticas hemos tenido grandes avances en política pública, salud pública o seguridad pública. Un ejemplo clásico (y desafortunado) de porqué no creer tanto en “opiniones de expertos” y sí en los meta-análisis, es el caso del pediatra Benjamín Spock. En la década de los 50, en su libro “Cuidado del Bebé y el Infante” (Baby and Child Care), que vendió más de 50 millones de copias entre 1950 y 1990, mencionaba que: “es preferible acostumbrar a los bebés a dormir boca abajo desde el inicio”. Durante el mismo periodo (1950 a 1990) más de 100,000 muertes de infantes fueron registradas debido al Síndrome de Muerte Súbita Infantil (SMSI). A finales de ese período (en 1991), un par de investigadores que buscaban prevenir el SMSI realizaron un meta-análisis de sus factores de riesgo, en el cual encontraron que el SMSI disminuye hasta en un 50% cuando a los bebés se les acuesta boca arriba (Beal y Finch, 1991), contrario a lo que el “experto” Dr. Spock recomendó 40 años antes. A partir de esto, se crearon programas de política pública que recomendaban a los padres de recién nacidos dormir a sus hijos boca arriba. De esta forma la mortalidad por SMSI disminuyó.
Es por esto que me permitirán dudar de las razones que se brindan desde la “opinión de expertos” del porqué los refugios para mujeres que viven violencia no deben tener financiamiento público. Si entendemos la violencia como un problema de salud pública o incluso, como un problema de seguridad pública, es deber del estado realizar esfuerzos que permitan resolver este problema. Dicho esto, quizás la pregunta correcta sería: ¿Existe evidencia de que los refugios para mujeres que viven violencia ayudan a atender el problema de la violencia de pareja? Porque si no existe tal evidencia, entonces tendría todo el sentido recortar o disminuir el financiamiento a programas que no muestren su efectividad. Ante esto, no queda más que revisar las revisiones sistemáticas y meta-análisis que existen al respecto.
La evidencia sobre los refugios para mujeres
En una revisión sistemática realizada por el Proyecto de Evidencia para la Violencia Doméstica (Domestic Violence Evidence Project), se revisaron 17 investigaciones que evaluaban los efectos en las usuarias del servicio, sobre el haber residido en un refugio para mujeres víctimas de violencia. Más allá de que todos los estudios mostraron altos porcentajes de satisfacción, el estudio se encargó de hacer énfasis en resultados más relevantes como el sentirse seguras, tener más estrategias para protegerse, la mejora de la autoestima, la disminución de la depresión, el conocer más sobre recursos disponibles, conocer a otras mujeres que viven o vivieron esa situación y que ofrecen apoyo social a las víctimas, así como el salir de la relación de abuso. La gran mayoría de estos estudios señaló un efecto positivo en todas estas variables en las mujeres que viven violencia que usaron los refugios; aunque también se identificaron algunos efectos negativos, como un pequeño porcentaje de usuarias que declararon que la violencia aumentó (menos del 10%), y, la principal queja sobre los refugios fue la falta de privacidad en los espacios. Por otro lado, no solo se encontraron efectos positivos para las mujeres, sino que también se observaron beneficios en sus hijos e hijas al aumentar su bienestar y mejorar sus estilos de afrontamiento, pues se ha asociado a una disminución de conductas agresivas para resolver problemas o situaciones conflictivas en las hijas e hijos. En gran parte es posible que estos beneficios se deban al apoyo que prestaba el staff, pues las usuarias reportaban sentirse escuchadas, no juzgadas, y se les daba atención terapéutica y asistencial. Además, estos resultados fueron consistentes en varios países como Canadá, Estados Unidos o Israel (Sullivan, 2012).Otro estudio más riguroso, que incluye un meta-análisis de 10 estudios internacionales, encontró que las intervenciones llevadas a cabo dentro de los refugios (durante y después de la estadía), tienen resultados positivos. Se encontró que mejora la salud mental de las mujeres, disminuye el abuso y la violencia, y mejora su funcionamiento social (por ejemplo, tener apoyo social y la efectividad para obtener ayuda (Jonker et al., 2014). En general, se observa resultados consistentes sobre los beneficios de los refugios en al menos dos revisiones sistemáticas independientes realizadas de forma relativamente reciente.
Por su parte, otros estudios señalan que estos programas suelen ayudar a desarrollar una serie de actividades que favorecen el desarrollo de competencias, conocimientos y habilidades para lidiar con las situaciones de violencia en casa, tales como el proveer información, crear un plan de seguridad, desarrollar habilidades de autocuidado, generar un ambiente de empatía, apoyo y respeto, ofrecer consejería, incrementar el acceso a recursos y oportunidades en la comunidad (como el empleo), e incrementar el apoyo social y comunitario (Sullivan, 2018). Si bien, diversos programas para el apoyo de mujeres que viven violencia utilizan algunas o casi todas las actividades mencionadas, los refugios son especialmente importante para aquellas mujeres que no pueden acudir a otros lugares de apoyo, ya sea porque los desconocen, o bien porque no tienen los recursos para acceder a ellos (Sullivan, 2012).
En conclusión…
Así que en general, la evidencia señala los efectos positivos que tienen los refugios para mujeres que viven violencia. Beneficios que van desde el salir de la relación violentada, hasta efectos positivos en su salud mental. Además, los beneficios también se impactan en sus hijos e hijas, y los resultados parecen ser extrapolables, pues se han encontrado resultados similares en diversos países. Tomando en cuenta su efectividad, y considerando a la violencia como un problema de salud y seguridad pública, no solo es ético que el gobierno provee financiamiento para ello, sino que podríamos decir que no hacerlo es totalmente irracional e irresponsable. Es necesario que las decisiones sobre el mantener o retirar el financiamiento gubernamental hacia esta tipo de programas estén fundamentadas en la mejor evidencia disponible, asegurando de esta manera, la adecuada utilización de los recursos públicos y los mejores resultados posibles para el bienestar de las mujeres que viven violencia.Referencias
Beal, S. M., & Finch, C. F. (1991). An overview of retrospective case‐control studies investigating the relationship between prone sleeping position and SIDS. Journal of paediatrics and child health, 27(6), 334-339.Jonker, I. E., Sijbrandij, M., Van Luijtelaar, M. J., Cuijpers, P., & Wolf, J. R. (2014). The effectiveness of interventions during and after residence in women’s shelters: A meta-analysis. The European Journal of Public Health, 25(1), 15-19.
Sullivan, C. M. (2012). Domestic violence shelter services: A review of the empirical evidence. Harrisburg, PA: National Resource Center on Domestic Violence.
Sullivan, C. M. (2018). Understanding how domestic violence support services promote survivor well-being: a conceptual model. Journal of family violence, 33(2), 123-131.
Weiner, M. H. (1990). From dollars to sense: a critique of government funding for the battered women's shelter movement. Law & Inequality, 9, 185-277.